La semana pasada se publicaba un estudio estadounidense que afirmaba que el lobo ya no da miedo. Ahora a los niños lo que les provoca temor son los terremotos, las guerras, la posibilidad de ser raptados, disparos en un colegio, etc, vamos, las cosas cotidianas en el mundo en el que estamos viviendo.
Cuando lo escuché sentí pena, pensar que los miedos actuales de esos pequeños son tan reales que no se irán si les dejas la luz encendida, o que no podrás cambiar el cuento para que el malo sea bueno y no se coman a la pobre Caperucita, es desolador.
Cómo nos cambia la vida sin que nos demos cuenta, no es que cuando fuese una niña el lobo fuera mi pesadilla nocturna, pero sí es cierto que al leer los cuentos siempre me daba cierto pánico que terminara engullendo a alguno de los personajes.
Decía una de mis profesoras que los cuentos tradicionales son muy crueles, que eso de contarle a un niño que alguien es devorado por un lobo no era nada educativo y que podía provocar trastornos...mmmmmmmm (este es el ruido que hago cuando pienso)...digo yo, ¿es mejor que los miedos sean tan cercanos, tan palpables? ¿hasta qué punto debemos permitir que sean conscientes de las tragedias diarias que nos rodean? ¿acaso eso les ayuda a no ser tan fantasiosos, a madurar?...podría seguir preguntando cosas, pero ninguna me llevaría a nada, porque mi opinión es que la infancia sólo se vive una vez, y los miedos que en ella podamos o no cultivar deberían ser aquellos que nuestros mayores pudieran erradicar en un plis-plás, que ya habrá tiempo después para conocer y temer el horror que cada día nos vomitan los telediarios.
Cuando lo escuché sentí pena, pensar que los miedos actuales de esos pequeños son tan reales que no se irán si les dejas la luz encendida, o que no podrás cambiar el cuento para que el malo sea bueno y no se coman a la pobre Caperucita, es desolador.
Cómo nos cambia la vida sin que nos demos cuenta, no es que cuando fuese una niña el lobo fuera mi pesadilla nocturna, pero sí es cierto que al leer los cuentos siempre me daba cierto pánico que terminara engullendo a alguno de los personajes.
Decía una de mis profesoras que los cuentos tradicionales son muy crueles, que eso de contarle a un niño que alguien es devorado por un lobo no era nada educativo y que podía provocar trastornos...mmmmmmmm (este es el ruido que hago cuando pienso)...digo yo, ¿es mejor que los miedos sean tan cercanos, tan palpables? ¿hasta qué punto debemos permitir que sean conscientes de las tragedias diarias que nos rodean? ¿acaso eso les ayuda a no ser tan fantasiosos, a madurar?...podría seguir preguntando cosas, pero ninguna me llevaría a nada, porque mi opinión es que la infancia sólo se vive una vez, y los miedos que en ella podamos o no cultivar deberían ser aquellos que nuestros mayores pudieran erradicar en un plis-plás, que ya habrá tiempo después para conocer y temer el horror que cada día nos vomitan los telediarios.