Los hombres que a mí me gustan no saben llorar – dijo ella mientras le tendía un fino pañuelo de tela para que enjugara sus lágrimas. Él, no podía reprimir los sollozos, sentía su mirada de desprecio clavada en la nuca. Sabía que ante ella siempre debería haberse mostrado fuerte, como el hombre impasible que consiguió conquistarla aquella noche. Pero había pasado tanto desde ese entonces que ya no era ni la sombra de aquel galán. Sutilmente había conseguido reducirlo a aquel ser débil y pusilánime, que ahora trataba inútilmente de controlar su llanto para poder decir “no me abandones”
domingo, 27 de diciembre de 2009
domingo, 20 de diciembre de 2009
Transvase
Llevo la tristeza dentro de mí, metida en una bolsa de tela raída. De este modo, se va escapando lentamente a través del fino tejido, como si de un colador se tratase. Recuerdo que mi abuela usaba un pañal de tela, de los de toda la vida para colar la leche y luego hacer el queso. Y también recuerdo que mi abuelo desayunaba 6 galletas María, ni una más, ni una menos, siempre 6. Ahora ninguno hace estas cosas, y yo voy sintiendo que la tela de mi bolsa está cada vez más gastada, a punto de romperse en jirones, derramando así todo su contenido.
He intentado buscar otro "zurrón" (como el que usaba él cuando salía a pastorear su ganado) antes de que sea tarde y evitar así que la pena me invada al completo, pero lo cierto es que los últimos acontecimientos han acelerado tanto el proceso de deterioro, que empiezo a prepararme para lo peor.
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