Regreso a casa. Aún quedan días por delante para descansar. Los que dejo atrás han sido mágicos e inolvidables a partes iguales.
En el cuerpo la resaca del cansancio físico. Y en el alma la de sentimientos encontrados, compañías anheladas y sobre todo la serenidad que provoca el saber qué significa la amistad y tener además el privilegio de poder ponerle cara a ese concepto.
He revivido y he descubierto emociones y recuerdos que ahora llevo en mí o en algunas fotografías.
Madrid sigue siendo la misma, sus calles abarrotadas, miradas que no miran, prisas para llegar a la vuelta de la esquina, desconfianza, frío no sólo estacional...
Ahora los e-books sustituyen a los libros en los vagones de los metros, las obras en las calles casi han desaparecido y los inmigrantes dejaron atrás los instrumentos musicales y los amplificadores para pasarse a discursos muy entrenados en los que apelan a la compasión y la solidaridad, valores que en el metro y en la calle se extinguen con el frío aunque los termómetros marquen una máxima de 23ºC...
Madrid siempre será Madrid con su riqueza y su miseria tratando de equilibrar la balanza. Todo un espectáculo para nuestros sentidos.