La besó. Sin esperarlo. Sin avisar. Sin más, se acercó y la besó. Apenas duró unos segundos, cinco, seis a lo sumo, pero en la brevedad de ese instante las agujas de todos los relojes se pararon. Los alrededores se desvanecieron, la música cesó. Envueltos en silencio, ellos dos, frente a frente.
Hacía mucho que no la besaba. Que casi ni se miraban. Demasiado tiempo sin enredar los dedos en su pelo para alborotarlo. Pero esa noche, el fuego brotó de las cenizas que tanto se habían empeñado en apagar.
Fue más que un simple beso. Más que un mero impulso. Después sólo sonrisas infantiles cargadas de nerviosismo y miradas rastreadoras en busca de señales inapreciables. Volvieron al juego del tira y afloja, hasta que uno de los dos ceda, o hasta que la cuerda se vuelva a romper.
Hacía mucho que no la besaba. Que casi ni se miraban. Demasiado tiempo sin enredar los dedos en su pelo para alborotarlo. Pero esa noche, el fuego brotó de las cenizas que tanto se habían empeñado en apagar.
Fue más que un simple beso. Más que un mero impulso. Después sólo sonrisas infantiles cargadas de nerviosismo y miradas rastreadoras en busca de señales inapreciables. Volvieron al juego del tira y afloja, hasta que uno de los dos ceda, o hasta que la cuerda se vuelva a romper.
1 comentario:
uhhhyyy uhyyy a comprar palomitas!!!!!
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