Punto y aparte

Ella sabía que el dolor tarde o temprano desaparecería. Era de la opinión de que pesa demasiado para cargar con él durante mucho tiempo y que además el complejo sistema que forma al ser humano, tiene mecanismos bastante asombrosos que van borrando o atenuando los malos recuerdos. Es una especie de compresor de archivos, así el dolor se vuelve más ligero y a veces es casi imperceptible, permitiéndonos continuar con nuestro camino e incluso retomar algún otro que en su momento abandonamos.

El caso es que ella lo sabía, y como lo sabía no le extrañó volver. Durante mucho tiempo esperó a aquellas palomas mensajeras que cargadas de papeles atados a sus patas le hicieran llegar las explicaciones oportunas, los pensamientos encerrados. En ocasiones también deseó ser ella la que volcara en palabras escritas todo lo que su historia la había hecho sentir. Siempre se decía que era como una cura para el alma, que así se liberaría. Pero, poniendo como excusa la falta de tiempo o el no encontrar el momento adecuado, nunca se atrevió a hacerlo.

Una vez planeó una comida juntos, una sobremesea distendida que le diera pie a expresar libremente lo que siempre había querido, aquellos sentimientos castigados a permanecer en un rincón. Casi estuvo a punto de llevar a cabo el plan pero llegó el desastre. El ciclón que lo arrasó todo, dejando sólo un paisaje desolado a su alrededor y separándolos como nunca imaginaron.

No pensó que hubiera vuelta atrás, y quizás no la había. Tal vez lo que vive hoy no es un regreso, es un punto y aparte. Un nuevo comienzo. Pero vuelve a sentir miedo.

Y si los hilos invisibles que los unen ya no son suficientes...

Ella sigue en su burbuja, cada vez más grande. Ha perdido las ganas de salir, y apenas deja que entre nadie, pero le gusta llenar su espacio con fotos y música que alivan la pena y hacen menos amarga la reflexión.

De momento - dice - ya lo ves, te espero y no espero nada, no quiero ni una palabra más, sólo déjame estar...